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Egodistónico: ¿qué es y qué diferencias hay con el concepto de egosintónico?

Egodistónico: definición de este término

El concepto de egodistonía, del cual parte el adjetivo egodistónico, hace referencia a la existencia de alguna característica o elemento el cual genera malestar o incomodidad a la o personas que las poseen debido a al hecho de contraría o resulta incongruente con los valores, manera de ser o de pensar o las creencias de dichas personas.

Tal y como implica el prefijo ego, este elemento contrario a las propias creencias es parte o bien producto del propio ser: es una negación del yo. Se refiere por lo general a la existencia de actos, actitudes, pensamientos o incluso a aspectos físicos realizados o tenidos por una persona y que son contrarios a lo que su sistema de valores o creencias admite. Se crea entonces una disonancia cognitiva, un malestar o sufrimiento derivado de la captación de la incongruencia entre uno y otro pensamiento, y que puede llevar a que los actos o pensamientos mantenidos sean profundamente criticados a nivel interno.

Ello puede conducir a una situación frustrante que de repetirse de manera frecuente o en caso de no poder expresarse o resolverse el desacuerdo, conllevará a la vivencia de estrés y que incluso puede llevar a padecer alguna psicopatología. Así, algo egodistónico va a ser problemático siempre que no se haga algo por hacer que deje de serlo.

El concepto opuesto: egosintónico

Comprender el concepto de egodistonía, resulta mucho más sencillo si también valoramos su opuesto: la egosintonía. Se define como egosintónico todo aquel pensamiento, atributo o acción poseída o realizada por una persona que resulta congruente con la escala de valores y creencias que esta mantiene.

Así, lo egosintónico es lo que resulta de seguir las propias convicciones: lo que cada uno de nosotros considera que es correcto. El hecho de que nuestros pensamientos, atributos, maneras de ser o hacer y actos concretos sean egosintónicos pueden hacer que el que existan suponga bienestar a nivel emocional (si bien puede conllevar reacciones negativas o repercusiones por parte del entorno), especialmente si se trata de algo que nos suponga un esfuerzo. Sin embargo, dado que es lo que consideramos que “tendría que ser”, es también muy habitual que a menudo no nos fijemos en ellos (ya que no existe incongruencia) e incluso que nos generen indiferencia.

Aunque evidentemente lo egodistónico nos provoca sufrimiento, lo cierto es que tiene algo positivo: nos indica que existe una disociación entre creencia y situación/pensamiento/acción, de tal manera que nos permite valorar el elemento en cuestión y/o las creencias detrás del conflicto y poder reevaluarlos y trabajar para lograr que exista el bienestar. En caso de que no hubiese dicho malestar, intentar cambiar algo resultaría cuanto menos difícil al no haber una motivación para ello.

¿Qué puede generar que algo sea/se vuelva egodistónico?

Las causas de la existencia de elementos egodistónicos pueden ser muy variables. Pueden estar detrás desde el temor a vivir o realizar las acciones o pensamientos pese a no querer hacerlos, o bien el miedo a ser juzgado o a las repercusiones de hacer algo que sí queremos y está en consonancia con nuestro ser.

Otros posibles motivo son la creencia de la fusión o equiparación entre pensamiento y acción (considerar que es lo mismo pensar algo que hacerlo), la sobrevaloración de un acto o pensamiento concreto en relación a una escala de valores o la existencia de una elevada autoexigencia. La personalidad es otro factor a tener en cuenta.

Asimismo en todos o casi todos los casos también existe influencia de los valores y aprendizajes realizados culturalmente. Otro elemento que puede afectar en gran medida son los modelos de crianza y parentales, así como el aprendizaje de modelos de conducta donde prevalezca la autocrítica. La obediencia a la autoridad o el efecto de la presión social percibida (sea ésta real o no) también tiene gran influencia a la hora de que algo pueda ser o tornarse egodistónico.

Situaciones en las que puede aparecer

Si bien el término egodistónico no es de uso frecuente, lo cierto es que lo que implica sucede constantemente y en una gran variedad de situaciones y condiciones. A continuación os indicamos cuatro ejemplos al respecto.

1. Condicionamiento socio-cultural vinculado al sexo o la sexualidad

La educación y la visión sociocultural de las cosas que se nos ha transmitido a lo largo de nuestra vida también puede contribuir al surgimiento de elementos egodistónicos, algo especialmente relevante cuando el problema se encuentra en elementos que forman parte de nuestro ser.

Es el caso de la orientación sexual: aquellas personas con una orientación sexual diferente a la heterosexual han visto que tradicionalmente sus preferencias sexuales han sido atacadas y perseguidas, consideradas pecaminosas o enfermizas. Lo mismo ocurre con aquellos con una identidad de género o sexual distinta a la cisgénero (como en el caso de las personas transexuales), perseguidos hasta no hace tanto por tener una identidad diferente de la que se consideraba propia por su sexo de su nacimiento.

Es por ello que algunas personas homosexuales, bisexuales o transexuales entre otros pueden llegar a experimentar su orientación sexual o su identidad de género de manera aversiva y egodistónica, como algo negativo y/o vergonzoso. Ello supone que oculten y nieguen una parte muy relevante de su ser, algo que puede llevar al surgimiento de aislamiento y a no vivir una vida libre y plena, además de poder llevar a sufrir problemas como depresión, ansiedad u otras alteraciones psicológicas.

2. Trastornos de la conducta alimentaria

Un caso de trastorno mental en el que puede observarse fácilmente la existencia de egodistonía es en los trastornos de la conducta alimentaria, como la anorexia y la bulimia. Estos dos trastornos implican la existencia de graves distorsiones perceptivas con respecto al propio cuerpo, así como miedo a engordar y reducción o alteración de la ingesta.

Así, para las (y los, aunque sea menos frecuente) afectadas por este tipo de trastornos su propio peso o figura corporal sería egodistónico, puesto que es contraria a la que desearían tener.

3. Trastorno obsesivo-compulsivo

El TOC o trastorno obsesivo-compulsivo es uno de los trastornos mentales en los que aparecen elementos egodistónicos. Concretamente los pensamientos obsesivos que tienen las personas que padecen esta alteración, los cuales se definen como de aparición constante en la psique y que son vividos como intrusivos y contrarios a su voluntad, suelen ser totalmente contrarios a sus creencias y valores, algo que hace que dichos pensamientos sean inaceptables e inasumibles para el paciente.

De hecho, es precisamente el hecho de que sean egodistónicos lo que hace que despierten en ellos una gran ansiedad, algo que en la mayoría de casos lleva a realizar compulsiones para evitarlos.

4. Trastornos de la personalidad

Nuestra propia personalidad también puede en ocasiones resultarnos egodistónica. Por ejemplo podemos tener un patrón de conducta y pensamiento en el que nos mostramos altamente sumisos, ser muy inhibidos, muy rígidos o tener una excesiva tendencia al riesgo. Ello puede no ser molesto para la persona, pero en algunos casos el sujeto puede hallar gran infelicidad y sufrimiento en mantener estos rasgos.

Puede ser el caso de una persona que siempre se muestra sumisa por miedo, o que necesita y depende la aprobación de los demás, pero que en realidad desearía ser más independiente o no necesitar de otros para sentirse bien. En estos casos también estaríamos ante una característica egodistónica. Ello es habitual por ejemplo en una gran parte de los trastornos de personalidad como por ejemplo en el trastorno de personalidad evitativa, el de personalidad por dependencia, el obsesivo, el límite o el histriónico.

¿Qué cambiar?

Hemos dicho con anterioridad que lo egodistónico supone un problema para la persona a menos que se haga algo para que deje de serlo. En este sentido, existen dos opciones principales: o bien se cambia la escala de valores de tal manera que la hacemos congruente con la realidad vivida, de manera que lo que nos generaba malestar ya no lo hace al ser ahora permisible en la nueva forma de ver las cosas, o bien se modifica la acción o pensamiento de tal manera que se haga congruente con la escala de valores actual.

Qué opción tomar puede ser complejo de decidir, y en ello pueden afectar una gran cantidad de variables. Sin embargo, hemos de tener en cuenta que estamos hablando de una parte del propio ser, con lo que la estrategia más adaptativa es por lo general buscar realizar un cambio en el sistema de creencias y valores de tal modo que podamos aceptarnos de manera plena y hacer que dicha parte deje de ser egodistónica.

Así, en los ejemplos puestos la persona con sexualidad egodistónica no debería ocultar su sexualidad o luchar contra ella, sino cambiar las creencias que hacen que no pueda vivirla en libertad. En el caso de la anorexia o el TOC, si bien requieren de tratamiento cabe remarcar que parte de la solución pasaría en el primer caso por aceptar la propia figura corporal (algo que evitaría la búsqueda de la pérdida de peso) o en el segundo el haber tenido pensamientos aversivos sin llegar a considerarlos inaceptables y sin que la autorecriminación y la culpa que le genera lo convierta en obsesión.

Ahora bien, en ocasiones lo que hay que cambiar son actos o maneras de actuar que resultan incongruentes no con nuestras creencias sino con quién o cómo somos. En este caso, sí sería recomendable realizar el cambio en la conducta problema en cuestión. Por ejemplo, una persona excesivamente inhibida o sumisa a causa del aprendizaje o la imposición de otros puede llegar a intentar entrenar asertividad y habilidades sociales debido a que dicha inhibición está en contra de su manera de ser.